miércoles, 31 de diciembre de 2008

La Historia de Balbo

1

Esta es la historia de un sábado de no importa que mes, en este lugar igual que otro cualquiera.
Esre es Balbo Espizalacarrieta tiene un mugriento tugurio nocturno desde hace dos años, donde los más trasnochadores pasan sus mas aguerridos e indómito tragos de ron, vodka y demás infectos líquidos del más alta de la gradación alcohólica.
Balbo rumia en silencio tras la barra del bar, más que secar los tubos los manosea y los llena de grasientas huellas y otras digitales porquerías).
Aquí la escoria más ruinosa de la gris ciudad va a gastarse los últimos duros que su apretado bolsillo aún se deja arrebatar.
Más tarde cuando las últimas parejas ya han dejado de sobarse y chuparse sus lenguas, Balbo humillado por el alcohol y derrengado por el amanecer baja la persiana y gruñe:
- ¡Jodida Mierda!

2

Espizalacarrieta sale del ¡Jodida Mierda!, vaga por las mojadas calles de la ciudad, de pronto recuerda que le dio un punto, y desde entonces murmura en soledad, palabras vacías, inocuas, sin sentido,
como un vikingo errante camina y camina por la noche.

Ya hace un tiempo que se le ve hurgando en las basuras,
Acechando en las esquinas,
Pelado al cero, berrea en la madrugada como un ente endemoniado,
Perdiendo las chola lenta pero inexorablemente,
Se va chalando.

Viste de negro, se aproxima los cruces y huele lentamente las esquinas.
Las olisquean a la altura en la que los canes derraman su orina,
ya saber reconocer a varios individuos que acostumbran regularmente a pasar por allí.
Luego pasa lentamente su peluda lengua, y se refiera con placer su inmensa joroba.
Más de una vez, lo he visto correrse de gusto.

3

Yo soy quien espía los juegos de los niños.
Por la mañana en la madrugá, al una y pico , acostumbraba asomarse por las tapias de los colegios, allí pone una cara angelical y la baba cae de entre sus fauces y hace brillar su barbilla lampiña, después observa a las madre, se relame y acecha sus movimientos, las repasa a todas de arriba abajo, imaginando truculentas manifestaciones amorosas con ellas.

Esta noche lo he visto salir furtivamente de su agujero, la tiene cómo una madriguera, el suelo tiene más que un palmo de barro, todas las esquinas repletas de matojos,
Luego imagino que es una integración entre su espiritual astral y el padre Roble y su madre la lechuza, algún día conseguir entrar y ver lo que hace allí.

La otra noche, lo vi con un megáfono en la boca, berreando como un condenado al que llevan al degüelle. Chillaba como una bestia, en medio de una plaza, con el megáfono en la boca lanzando todo tipo de barbaridades, cargando en todo lo cagable, en todos los dioses, en todos los santos del cielo, en todas las madres de todos los santos, qué barbaridad, qué atrocidad,

Semejante bestia bramando y chillando como un loco, recuerdo que algún vecino lo insultó, pero luego el, le soltó tal barbaridad de improperios que dejarían callado a cualquier hijo de madre.
Al poco llegó la policía, pero ya huía lejos calles abajo.

Esto tenía a costumbre hacerlo muchas noches, berreaba aparatosamente, aullando, bramando, revolcándose por las aceras, injuriando los vecinos, vociferando palabras soeces divirtiéndose con las hijas de algún que otro vecino, intentado amedrentar las paciencias ajenas, de calle en calle soltando atroces alaridos, gruñidos, graznidos, soltando gases sonoros de diferente calibre, muchas almas sonámbulas, por tan atroces barbaridades deseaban un pronto fin para esta mala bestia, este inmundo ser, vamos que los días que le quedaban por vivir a este animal fuesen escasos, por no decir que ésta fuese su última noche.
Balbo que lo sabía perfectamente berreaba y aullaba más si aún esto era posible pegándose aún más el megáfono dentro de sus fauces.

Esta noche lo he visto salir como siempre de riguroso negro con su joroba, ha dado meticulosamente sus cuatro vueltas a la cerradura con la oreja pegada a la puerta para oír como se cierra el cerrojo, ha girado en varias direcciones su cara, con su mirada furtiva, mientras lo hacía en podido observar su calva rapada lisa y brillante, después agarrándose el alda ha salido y a traspuesto por el pasillo pegando tumbos hacia la oscuridad de la escalera.

Después ya en la calle se ha acercado sigilosamente a las esquinas, primero una y después otra, olisquea, acecha y observa a sus posibles presas, sin prisa elige una detrás de otra, tambalea su enorme joroba por los portales, aquí vuelve olisquear, allí mirando de reojo.

Más tarde ha seguido a una pareja de viejos durante más de tres manzanas, los ha acechado, los ha seguido, los ha perseguido, ha visto como la vieja asomaba su nariz tras la oreja repetidas veces y como ambos semicorrían por las aceras, agobiados, con un estúpido miedo, imposible de definir, lo que ha hecho que a ambos se les escaparan los peos del miedo, y Balbo ha olido la peste a mierda que echaban.
Los ha pillado cerca de un portón, y allí les ha enseñado una inmensa faca reluciente en su mano, entonces al viejo le ha dado un pelele y a la vieja un vahio, y ambos han abandonado este mundo víctimas del terror, colesterol, la tensión, y los muchos años acarreando sus decrépitos cuerpos,
Hace semanas que Balbo los observaba dar sus paseos nocturnos, al final el acojone flatulento primero y la navaja después ha hecho resto.

3

Tras largarse de su casa y jugándome el tipo, aquella noche de miércoles, me colé por la ventana del aseo, entré en su guarida.
En aquel inmundo y mohoso lugar, de su aseo encontré el fruto de 1000 diarreas y cólicos, era el olor del inframundo. Después observé que en la cocina existía una colección de tarros de mayonesa donde perfectamente etiquetados y fechados, donde se marcaba el peso, la textura y el sabor de las perrunas se había ido recogiendo a lo largo de las largas noches de correrías.

(Recuerdo el abuelo de mi amigo Ginés me explico en qué consistía el oficio de perrunero, el pobre viejo murió y Dios lo guarde en su gloria, murió después de más de 20 infartos hace ya muchos años. Pues bien, este oficio consistía en recoger las deposiciones de estos animales domésticos de compañía por las calles y los campos, para venderlos como carburante o como mecha, para no sé qué)
El pasillo y habitación del final, con un palmo de barro había semienterrados una gran cantidad de zapatos extraviados, zapatillas sustraídas, sandalias encontradas, apargates quitados a las viejas, babuchas robadas a los moros, era imposible pasar por él, y en las paredes manchadas huellas, leyendas infames, frases de todo tipo:
Jilipllato Cuproso
Tontorculo Piji
Tontolano Caca
Mierdapollo
Mierdapeo
Carazurullo
Puta Albondiguera
Capullorizante
Chichiputo
Mierdajodo
Babapicha
Cuca
Pilila
Capullo
Teta
Pezón
Puta
Polla
Joroba
Mierda
Hostias
Guebos
Picha
Chichi
Coño
Chucho
Y luego las frases ya mas largas:
Hijo de la gran puta
Pero maldito
Tu madre es la más grande que las putÍsimas
Cabrón de mierda
Me cargo en tus muertos
Maldito hijo de perra
Así te mueras
Mal dolor te de en la sangre
Así expires
Me cago en el maldito conejo que te hecho al mundo
Así te pudras en el infierno

Listados enormes llenos de insultos y oprobio asquerosos cuando llegue a la cocina no pude entrar del hedor a muerte que se respiraba aquí.
En su cama no había entrado nadie desde hace años, el único sitio donde podía dormir era un rincón detrás del armario allí sobre ese montón de panizo grillado Balbo debía dormir.

La casa de Balbo espió mis sueños, más bien mis pesadillas durante largos meses.

Una noche espiando por las esquinas como el acostumbraba, en el instante en que asomó la cabeza, alguien hizo exactamente lo mismo, de la misma forma ambas caras se encontraron una frente a la otra, Balbo y Emile se encontraron por sorpresa, y allí se quedaron pasmados durante un buen rato, ninguno de los dos se atrevía apartar la mirada del otro,
¿Que pasó por sus cerebros durante ese tiempo?, es fuerte. A medida que fue pasando el tiempo se fue dibujando una inmensa sonrisa de oreja a oreja en cada una de las caras encontrar otro ser, similar aquí, que hace lo mismo, es bastante sorprendente. Dos bestias frente a frente, dos mentes bastante trastornadas, el flechazo fui inmediato.

A partir de esa noche los dos salían juntos, bramaban juntos, soltaban coces juntos.
A las tantas de la madrugada cantaban canciones fascistas, vociferando en alemán, y elogiando los discursos del Futher.

Qué tiempos aquellos

Un juramento entre tú y yo.
Mañana seguiré en 24 y 25 de octubre de 1991

4

En caras de felicidad como los dos abrazados sobre el montón de panizo grillado.
Y luego relinchando como zapos en él estanque.

Tico Tico
Desodorante para el chicha
Sobaquera
Entrecot que hay aquí
Prolongación del costado




APOSTILLAS A BALBO

I

Hace mucho tiempo que no encuentro previo de Balbo Espizalacarrieta, aquel individuo que tras cerrar aquel tugurio de la calle padre Simón. Salía a cualquier hora, iba a su casa berreando como un cochinillo, aquel que gusta del calcear (echar calzos) a las monjas, y a las viejas como si horrorizadas en el golpeaban con sus paraguas o bastones la jodida y befa joroba de Balbo.

Entrar en su bar es una horrenda experiencia, esa mugre en las paredes y los suelos, los vasos resudados, y mil veces mal lavados con roñete, con rosinera de siglos, y porquería no adherida si no incrustada, esa que va creciendo en el interior de los tubos, esa que deja cada vez menos espacio en el interior.

(Como el pecho de una madre de la que cuelga un holgazán de 47 años, hinchado de chupar, como las avispas al sol en una mata de hinojo en el verano.
Si caen al suelo no sé cascan)

El sitio más cutre de toda la ciudad, el más oscurecido y apestoso donde todo resuda pringue y malestar, donde la barra del bar mil veces quemada, mil veces oscurecida por los humos de los habanos, que se ventila el “mu Jodío” del dueño
Donde sanidad jamás entrara.
La costra del suelo es un profundo termitero repleto de galerías, las carcomas de las sillas son nietas de las que comieron la madera del arca de Noé.
Que sobrinas, y que leches, son las mismas jodías y putas.

Pero todo eso no es nada, hay que entrar en los aseos, perdón, mejor no entrar si lo haces, ponte en las botas Katiuskas, si de esas verdes, se hundirán más de un palmo en el lodo, un pantano de colillas y condones, todo lleno de pelos, si, pelos de cojones resudados, podridos en la caspa del cieno, los manises pintados con la antigua técnica de el dedo (dedo + mierda) apenas dejan ver su dibujo anterior, en la cara interior de la puerta del aseo los dibujos más obscenos y groseros y las frases más soeces no dejan el más mínimo resquicio para apreciar el antiguo color de la misma, y por supuesto tampoco ningún lugar donde limpiarse uno también.
Si el hedor no te mata, te dejará malherido y marcado para los restos.

A pesar de todo esto, este cutre sitio tiene su cutre gente, no sólo putas y maricas, sino una clientela auténtica y guapante, que gusta de la cerveza y de los pelotazos bien indirgados que también sabe poner Balbo.
Como decíamos cierra el último, mete unas cajas de birra en las cámaras frigoríficas y espera leyendo el Marcoki a que la última pareja salga del lavabo, después de echar el último polvo, hecha la persiana de un zarpazo que atruena en la calle y le pone un alambre al que da tres vueltas con los dedos, después se sube el cuello del gabán y se enciende otro habano maloliente, la lengua gorda en la boca le obliga a escupir tras toser, y balbucea: ¡ Jodida Mierda!

A veces toma algo en el bar pero últimamente se encuentra con Emile, con el que se va a berrear un buen rato por las calles desiertas en la madrugada de la ciudad.

No pocas veces han corrido delante de un coche zeta de la bofia, tras armar un buen jaleo en un portón asustando a una pareja que en la oscuridad se sobaban o estaban echando un kiki,
Les gusta bramar en los huecos de las escaleras de vecinos incautos que se les ha ocurrido no cerrar la puerta de la calle, como resuenan sus alaridos entre los escalones de las escaleras a altas horas, sin ningún reparo de los que allí duermen.

Como ingeniárselas para ser cada día más hijo de puta y joder lo más posible al prójimo.
Un día van a coger a ese prójimo ese y lo van a hinchar a hostias y le van a dar mil patadas en las pelotas cuando éste se asome a su puerta.
Emile ya no es el que era, lleva el pelo sucio y bastante rapado y lleno de trasquilones, una gorra de drácula y barba de una semana, los ojos vidriosos e inyectados en hemoglobina, de esos que pone Balbo cuando entran chavalas en su local, y le piden una coca cola lai de esas, no le falta más que saltar el mostrador y cocérselas de golpe a todas.

¡Aaaaaaaaaaaahhhhh! - se escucha en el portero automático cuando algún incauto osa levantar en teléfono, es desgarrador, es brutal, aprieta todos los botones del portero del edificio a las tantas de la mañana, y cuando descuelgan, ya es tarde, me cago en ... Hijo de….los tuyos … la madre …

El placer más maravilloso es sacarse la pirula y mearse en un par de cascos de moto olvidados, dejando un charquito en cada uno de ellos.

Luego sueña con bichitos amaestrados como grenlis con muy mala leche, que tutean a la vasca en su tugurio.
O en una nueva enfermedad de los parkins que se alimentan de las chapas de los coches y en una sola noche son capaces de reducir un bonito multiválvulas rojo en un puto montón de mierda.

II

Y el cabrito vuelve a chillar en las oscuras calles rebuscando entre latas y botes chapados, después en uno de ellos mea levantando la pata cual cánido rastrero.

También pasa la joroba por las esquinas y las columnas de las plazas. La gente protesta y con razón arrojándole cosas. El recoge cubos de desechos e incluso llena contenedores a los que empuja como un bruto hasta llegar a su madriguera donde aboca la porquería que exquisitamente amontona en un rincón, cientos de zapatos, cajas llenas de compresas, ropajes, maderas, juguetes, muñecas


3 de octubre de 1993


OTRAS APOSTILLAS DE BALBO

29 de noviembre de 1993

I

Uno enternecedora relación amorosa se estableció entre Balbo Espizalacarrieta y Emile Cristian desde el primer momento en que sus destinos se cruzaron, eran dos oscuros seres increíblemente absurdos, Balbo un camarero trasnochador y Emile un técnico sanitario borrachuelo venido a menos, su vida se había hundido hace ya unos años, cuando ocupó la plaza de ayudante de forense, lo suyo era un trabajo sucio, su aspecto había desmejorado mucho, demacrado, había perdido varios kilos, apenas comía todo le parecía asqueroso, miraba las cosas con repugnancia incluso odiaba su botella, siempre decía un día de estos lo dejaré todo, los cadáveres y la cazalla, todo volverá a ser como antes, ¿pero quien se arriesga a perder el currelo como están las cosas?

A Emile le gustaban las tías metidas en carnes, rollizas, pero últimamente le daban un poco de asco y no se tiraba a ninguna en muchos meses, pero que mas da, se decía.
Están buenas todas, pero me dan asco, si entraba en algún antro a tomar algo alcohol, primero pedía, y después se acaba de su bolsillo izquierdo, aquel donde no entran los cuartos, un pañuelo blanco sin usar, que envolvía una inmensa lupa que utilizaba para inspeccionar el tubo que le habían puesto, limpiando con esmero y minuciosidad el interior y exterior del mismo, antes de beber cerraba los ojos y decía: “ ojos que no ven”.

Aún que últimamente solía llevar vasos estériles sustraídos del laboratorio, de esos desechables donde vertía el contenido del tubo.

Emile entró en el antro de Balbo parecía sacado de un cuento de Víctor Hugo, oscuro, ruin
“el antro”, con montañas de barro y porquerías(servilletas, pañuelos, colillas, botellas, vasos, compresas) en el fin un primor.
Casi se cae de culo del estupor asqueroso que le subía por las rodillas, ya le picaban los brazos, se sonaba la nariz, se rascaba la cabeza, le lloraban los ojos. Entonces cuando ya andaba hacia atrás, alguien lo empujó hacia delante, el dueño del local, Balbo cargando con un inmenso bidón que regresaba de verterlo en el contenedor de basuras, los chorretes de pringue resbalaban por sus brazos y goteaban de sus codos.
El delantal más guarro que jamás hubiera visto le hizo retroceder, apenas se discernía la calavera blanca que se dibujaba en su oscura superficie,
ni siquiera dijo perdón paso para dentro y a lo suyo, Emile no pudo moverse y con una bocanada salvaje arrojo al suelo una pota bastante líquida.

Pues bien, como luego dicen los polos opuestos se atraen, y la repugnancia se encontró con la inmundicia, el cubo se encontró con la basura, y la cañería con las heces.
Emile un hombre alto y delgado y de tez selénica, fue a parar al más infecto antro de mala muerte de los bajos fondos de la urbe, Emile encontró Balbo, la desidia, y si os cubo morador de las cloacas y hacedor de acciones inenarrables conoció la poesía, un cóctel explosivo.
Emile que tenía varias cintas de vídeo grabadas de anuncios de detergentes, lejías y demás limpiadores junto a la sepsia, la infección plena y la podredumbre.
Oooooooooooooooooooooohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

A Balbo casi le da patatús cuando se enteró que Emile trabajaba de forense, desde ese instante quedó prendado de este, que no llegaba a comprender la realidad de Balbo, a las tantas como iban de puestos, el colchón le pareció un lecho de rosas, después de echar un polvo durmieron juntos su respectiva jumera hasta las tres de la tarde.
Balbo soñó con descuartizamientos y trepanaciones, y una sonrisa endulzó su faz durante horas.
Ya oscurecía cuando Balbo enseño a Emile, este palito de terror las dependencias de la casa este.
La colección de bragas usadas, sustraídas una a una de sus añosas dueñas, una caja de zapatos con 177 rabos de rata, medio cubo de preservativos usados, una bolsa de pelos de lavabos y urinarios.
El lodazal insalubre de los suelos, las rinconeras abarrotadas de objetos.
Una risotada del vasco sonó tras en la barra y salió sujetándolo del brazo, le dijo, anda tú pasa adentro y termina en el water.
En 1000 con los ojos revueltos y babeando a hilillos pasó, el grito no pudo salir de su garganta porque todavía le quedaba pota, el barro amontonaba el water casi lo enterraba y lo de menos eran las cucarachas.

II

Apoyado en la barra Balbo le puso un copazo de Ginebra con limón, que dicen que es bueno después de un buen trago la tez y Emile mejoro,
esa noche Balbo se colgó de la persiana a las seis, cerrando la de un gran golpe que hizo temblar las baldosas, ambos cantaron Asturias patria querida cogidos del hombro.

Emile sentía increíblemente fascinado por lo que veía, increíble pero cierto, un amor profundo inundó sus corazones, Emile comió ceno aquella tarde con los dedos, una cosa pastosa y oscura que Balbo saco de la nevera, dijo, la tenía guardada para algo muy especial, al final del plato hasta se chupo los dedos

III

Balbo se interesó inmediatamente por el trabajo de Emile, al grano, pidió que le explicara paso a paso el trabajo que un forense, la autopsia coger a un tipo y abrirle el pecho y el estómago de una tajada sentir en la mano las resbalosas tripas, la saúra, y los cráneos.
La palabra mágica era: trepanación, el mejor verbo inventado por las personas humanas, coger una sierra y separar la tapadera del cráneo.
Balbo colocó en su habitación la bata se utilizó en la disección, empapada de sangre y de otros humores de la puso encima de su cabecera como trofeo de guerra desplazando una vieja bandera de la unión a un segundo plano.
Hasta que Balbo habrías su avinagrado tugurio a las siete de la tarde, tenía tiempo de escuchar a siniestro total en la radio, las necrológicas, entraba en los entierros, y así daba el pésame a los allí congregados con los oficios y demás yerbas.
Ósea que Balbo era un encanto para Emile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario