domingo, 21 de diciembre de 2008

Las Torres del Mar 1ª (1990)


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2

Orné radiaba de emoción al contemplar esa superficie de limites invisibles, ambos siguieron andando, abandonando la gran abertura ojival que señalaba el final del largo pasillo y adentrándose unos metros en la nada. Los demás permanecieron junto al umbral observando con estupor a sus guías, murmurando a espaldas de los dos dirigentes y con rostros de angustia ante la desolación de aquel lugar. Orné ordenó seguir adelante con un enérgico gesto y todos le siguieron servilmente, se santiguaron y comenzaron a andar adentrándose en la nada. Los más rezagados volvieron la mirada atrás como despidiéndose de la seguridad de aquella cada vez más pequeña referencia.
Orné miraba al frente sin importarle para nada aquella tremenda locura que para todos estaba cometiendo. Con la distancia aquel punto se perdió, Caminaron a buen ritmo durante mucho tiempo, sin oscuridad sin sol sin luna sin estrellas, solo una claridad fantasmal que apenas produce sombras, que viene de todos lados.
Tras varias jornadas de marcha el miedo de unos pocos al principio se convirtió en pánico generalizado de todos, incluido Sare. Solo la locura de Orné impedía que este se diese cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. Pero nadie osaba ante este.


3


La primera jornada duró sesenta horas, y la segunda otras tantas,
Orné dejaba dormir a su gente claramente en contra de su voluntad, él no dormía se quedaba mirando fijamente el suelo y así permanencia durante las horas de sueño del resto, Un máximo de cinco era lo que permitía a los demás. Impaciente despertaba bruscamente a Sare y este se encargaba de levantarlos y meterles prisa para poder seguir adelante sin tardanza en su viaje sin sentido.
Nadie murmuraba ya a sus espaldas, todos pensaban que estaba loco pero ninguno osaba levantar su cabeza.


4


Tras cinco jornadas andando llegamos a una pared, ante nosotros y en un ángulo de noventa grados respecto al suelo que pisábamos se levantaba una enorme pared sin limites que señalaba la cara opuesta a la que dejamos atrás algunas jornadas antes, junto a ella permanecimos un rato sentamos apoyando nuestras espaldas en la misma.
Orné caminaba de un lado a otro, visiblemente preocupado pensando en que dirección elegir, un error supondría volver al arco inicial por donde salimos del túnel, pero eso no era lo peor, lo que mortificaba a era la idea de perder tiempo, dentro de sus cálculos entraba el hecho de unos cien días de marcha y la perdida de al menos quince más en bordear el perímetro de la bóveda sin avanzar le impedía pensar con su habitual cordura. Después de unas dos horas escogió el camino de la derecha. Orné durante su inspección en solitario había caminado con los ojos cerrados durante algunos tramos calculando una deriva hacia la izquierda inferior a los cinco grados, lo que suponía a lo sumo media jornada de marcha, eso sí, imaginando una salida simétrica a la otra pared. Orné calculo bien, pero un factor no calculado truncó su optimismo y la de los demás, después de andar casi media jornada encontraron la abertura. Estaba situada a más de treinta metros de altura respecto del suelo, fuera del alcance del ellos.


5


El grupo resignado siguió al cabecilla en silencio, más que desilusionado, que ya lo estaba más de dos meses desde la partida, estaba roto por el trasiego sin descanso, por la sinrazón de su misión sin sentido, todos querían volver, pero ninguno se atrevería jamás a levantarle la mirada al tiránico jefe, la muerte seria la única salvación para ellos, pues el nunca se rendiría.
Dos días mas tarde se aproximaron a una esquina
Que les permitió girar a la izquierda y horas mas tarde de nuevo a la izquierda. Al menos algo cambiaba en la rutina de andar. La cara de Orné había perdido el gesto, no atinaba a comprender lo que sucedía, parecía como si alguien se riese de ellos. Como si su Dios se riese de él. Parecía como si hubiesen superado un muro y desandarán lo andado antes de llegar a la pared opuesta. A esto había que añadir el hecho de que la pared no era perpendicular al suelo, tenia un ángulo superior a noventa grados, algo que antes al doblar la ultima esquina no habían apreciado y ahora tras varias jornadas de marcha si se dejaba notar, a medida de que las marchas fueron transcurriendo el plano de la pared se fue inclinando mas y mas, hasta poder escalarse con dificultad.


11


Orné fue el primero en probar la carne del cadáver de Emilio, abrió la boca y mastico en silencio sin mostrar ningún tipo de gesto. A continuación el hermano Claudio se puso un trozo en la boca y se lo tragó sin masticarlo. Andrés y Julián también lo hicieron igual. Después le siguieron los demás. Solo Francisco y Sebastián se quedaron sin comer, no pudieron soportar el comer del cuerpo de un hermano.

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